Escena inédita: El reino de Levana

Ana R.Vivo

Editorial: Roca editorial

Género: Romántica paranormal

Salida: 22 Mayo
Papel: 14.95€
Ebook: 4.74€

♥El reino de Levana es una novela en la que la magia y la fantasía son parte de un mundo peligroso en el que todo se puede superar con los sentimientos. Alexander Foxley es violento, peligro y va armado. Así ha sido diagnosticado el inspector de policía por su psiquiatra. Su última oportunidad para no ser ingresado en una institución mental es la doctora Gisela Schaefer, una mujer que parece estar más loca que él. Pero lo que nadie sabe es que ella es su verdadera fantasía. Juntos descubrirán que tienen un pasado en común en otro mundo, amenazado por clanes diabólicos y regido por dioses intolerantes. Gisela es una sacerdotisa, la séptima hija de la diosa Levana y Alexander un guerrero Ketherano. Ambos deben regresar al otro lado y poner fin al principio de la oscuridad. La pasión y la locura volverá a unirlos y ya nada volverá a ser igual. La novela arranca en el reino de Levana justo cuando la maldición de Agnes Semsere recae sobre Gisseland, la hija de la diosa de la luna y Alexden, su fiel guardián. Gisseland es desterrada del reino de su madre como consecuencia de usar un hechizo en beneficio propio pues recurriendo a ello es la única manera que tiene de advertir a Alexden que alguien intenta engañarlo para que crea que está con ella en lugar de con una impostora. Levana, la diosa y madre de Gisseland, no tiene más remedio que separarlos y enviar a su hija al otro lado del velo para que no caiga en las manos de la desleal sacerdotisa y se vea conducida, al igual que dos de sus hermanos antes que ella, al lado sombrío de aquel lado del velo. Alexden por su parte es condenado a vaga por el reino hasta que la diosa se apiada de él y, con la intención de recuperar al menos a uno de sus tres hijos caídos en desgracia es enviado también al otro lado del velo y para ello crea en su mente una especie de bloqueo, bloqueo que no es del todo eficaz pues Alexden sufre de continuas pesadillas vestigios de hechos acontecidos en su pasado al otro lado del velo. Pesadillas que le llevan a estar bajo continua vigilancia psiquiátrica por parte de su amigo Georgeo (Geo). La cosa no sería tan grave de no ser porque esas pesadillas, esos terrores nocturnos ahora son cada vez más frecuentes y son una gran piedra que obstaculiza el que Alex lleve una vida medianamente normal. Ahora no solo oye voces en sus sueños, ahora no solo experimenta episodios incomprensibles en sus pesadillas sino que cualquier cosa puede hacer de detonante para que sufra un nuevo episodio psicótico.

El reino de Levana
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Gisela intentó que su aspecto belicoso no le afectara, pero la visión de un guerrero cubierto por una cota de malla negra emergió en su mente como un fogonazo, obligándola a retirar la mirada del espejo retrovisor con un gemido. Aquel hombre le hacía ver y sentir cosas extrañas aunque ahora no podía echarle la culpa al lugar. Este paisaje era mucho más amistoso que el viejo cementerio y, sin embargo, sus sentidos se habían desatado. Estaban alertas. 

—¿Estás cómodo, Alexander? —Procuró que su voz sonara profesional y dejó a un lado lo que aquella mirada brava le provocaba en el estómago. 

   Él no respondió, se mostró cauteloso. Trató de fingir que se relajaba mientras pensaba que, por supuesto, aquella mujer le daría muchas explicaciones si era verdad que iban juntos en el coche de Geo. Buceó en sus recuerdos, en busca de respuestas, pero lo único que obtuvo fue la visión de cómo varios compañeros de su propia comisaría lo habían reducido en su apartamento mientras él trataba de luchar con… 

Sorprendido, se pegó como una lapa al asiento y fijó la mirada en la delicada espalda de la mujer mientras recordaba con claridad que aquella cosa horripilante que surgió de su pesadilla era ella. Después, rememoró la llegada al hospital, el médico de urgencias, los enfermeros sujetándole… la inyección… Y ella, otra vez.
—¡No estoy loco! —le anunció a Gisela a modo de razonamiento lógico. Su voz sonó quebrada, aún así la determinación que había en la inflexión de sus palabras le dio la firmeza que él pretendía. —Nunca lo he dudado, Alexander —le aseguró ella sin dejar de mirar la carretera.
   Esa simple locución por parte de la extraña mujer le alivió de momento, aunque no comprendía por qué debería de tranquilizarle lo que pensara o dejase de pensar sobre él. Sólo podía ver de ella la nuca blanca y despejada. Sus cabellos rubios brillaban por los rayos del sol que se filtraban por la ventanilla y estaban recogidos en una cola de caballo. A veces, al mover la cabeza, también apreciaba el contorno de su mejilla. El suave tintineo de unas pulseras cada vez que cambiaba de marcha era lo único que se escuchaba, aparte del ruido del potente motor del todo terreno de Geo.
Debía de tener mucha influencia sobre sus amigos si había conseguido que Geo le dejara conducir su coche, al que mimaba como a un hijo. —Desayunaremos ahí —la desconocida, que conocía mucho a sus amigos, señaló un restaurante junto a la carretera y disminuyó la velocidad.
La vio rodear el coche para abrir su puerta y ayudarle a desabrochar el cinturón que lo apresaba por el pecho. Sentía los dedos como corchos y cuando se inclinó para ayudarle a bajar, se sintió envuelto en aquel aroma a flores que lo había perseguido durante toda la noche. Al tomar una bocanada de aire, se mareó sin remedio.
—Ten cuidado al bajar. Puedes perder el equilibrio al ponerte de pie, procura hacerlo despacio. Apóyate en mí, Alexander. Se sentía torpe pero no hizo lo que ella le indicaba. Cuando puso los pies en el suelo, todo a su alrededor osciló y ella lo sujetó por la cintura, manteniéndolo erguido. Entonces, recordó el contacto de sus manos de largas uñas verdes contra su cuerpo. La misma electricidad que fluía de ella en sus pesadillas se fue instaurando en su interior y se separó con brusquedad, procurando no tocarla. Temía que un chisporroteo escapara de sus dedos y le quemara por su cercanía. Ella sonrió con aire benévolo, aunque estar abrazada a él, era lo más gratificante que había sentido desde hacía muchos años.

Book-trailer

Agradecimientos a Ana R.Vivo